Ilusión y apoyo incondicional son sin lugar a dudas las dos grandes bazas con las que contaba la selección española de baloncesto, vigente campeona del mundo, y que optaba a convertirse en el líder europeo, algo que no se había dado nunca. Desgraciadamente, no se hizo Historia, y los peores males que uno siempre desea aparezcan en momentos menos trascendentales hicieron acto de presencia en el partido más inoportuno. Ese grupo de buenos amigos, compañeros de equipo, que habían generado tantas emociones y expectativas entre incluso aquellos que no saben lo que es un triple, y que había relegado al deporte rey a un segundo o tercer plano (la Fórmula 1 también cuenta), ayer no tuvieron su día. Si el año pasado nos dieron una lección de buen baloncesto y de superación en los momentos críticos, este campeonato europeo no ha sido menos, pero ayer, día de la final contra una Rusia venida a más, fallaron los engranajes. Si el día anterior se logró una victoria épica frente a Grecia luchando contra los elementos (triples, presión, refriegas y árbitros), ayer no salió nada, y España se vió poco a poco superada por una Rusia que, sin hacer un gran partido, supo jugar su gran baza, la altura. Con un tiro exterior patético en ambos bandos - no se llegó al 30% de acierto - y muchísimas imprecisiones, España fue cediendo su ventaja, que llegó a ser de 15 puntos, a unos titánicos rusos, incansables. Pau no tuvo su día, falló mucho bajo aro, vencido por la presión de Kirilenko, y erró excesivos tiros libres (7 puntos se fueron por ello), y se le vió muy nervioso y moralmente abatido, a pesar de su gran trabajo defensivo. Reyes estuvo desaparecido, Navarro no fue el mismo que el día de Grecia, y Jiménez cometió unas pérdidas de balón letales a la contra. Sólo Calderón, el mejor del equipo, trató de tirar del carro y animar a sus compañeros con su velocidad y su acierto en la línea de tres. Pero lo peor estaba por llegar, con 20 segundos y uno arriba perdemos el balón para que Holden, el más osado ayer, consiguiese, con un mucho de suerte, una canasta, tras pensárselo mucho el balón. Sólo dos segundos para el final, tiempo muerto de Pepu, sacamos de centro, balón para Pau, que, como un rayo, se gira, se levanta, lanza, y el resto lamentablemente ya lo conocemos. La suerte, en ese tiro, no estuvo de nuestro lado. Una plata que, por lo mal que nos han acostumbrado esta selección, parece que sepa a derrota en primera ronda. Ahora a disfrutar de la plata, que no es poco, y a pensar en los Juegos Olímpicos. Como dice el chillón, ¡¡cómo se lo han currado los de la selección!!
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