martes, septiembre 29, 2009

Jennifer's body : Cuerpo y alma

El cine de terror está en pleno declive, es innegable. Aquellos que gustan de este género y disfrutaron con los míticos clásicos de los 70 y 80 hoy se retuercen en sus butacas al contemplar no sólo cómo los esquemas se repiten una y otra vez, sino también cómo los referentes son ninguneados y pisoteados con estrepitosas actualizaciones y burdos remakes de dudosa calidad y que poco aportan a la idea original y que apuntan directamente al público menos exigente, el del consumo rápido. Fruto de ello son los remakes de películas cada vez más recientes, y lo que es peor, inspirándose en originales de una mediocridad aplastante (véase el reciente caso de "San Valentín Sangriento 3d), lo que indica que no se trata sólo de profanar clásicos sagrados, sino de mutar todo aquello que provenga del género terror, por anodino que resulte.

Afortunadamente no todo es aridez en este sentido, y a veces se divisan tenues luces al final del túnel. Si hace poco reivindiqué "Arrástrame al infierno", debido a su descarado revival ochentero, no puedo sino elogiar las virtudes de Jennifer's body que, sin ser muchas y en absoluto deslumbrantes, consigue desligarse del putrefacto cine de terror que inunda las pantallas a pesar de manejar elementos y recursos poco innovadores y nada complacientes. Así, institutos (high schools norteamericanas), adolescentes con las hormonas disparadas, sexo y terror con toques gore es una mezcla explosiva que atrae al público teen, con la consecuente y a priori falta de ideas de rigor, pero que en Jennifer's body logra un divertimento gamberro, de cierto aire televisivo, poco riguroso pero ciertamente entretenido.

La firma del guión por Diablo Cody, oscarizada por Juno, era el único crédito que podía evidenciar muestras de calidad, y aunque el texto no destaca por su solidez y su aplomo, otorga credibilidad a unos personajes con pocas expectativas vitales, explotadores al máximo del carpe diem. Personajes arquetípicos pero bien perfilados proporcionan cierta fluidez e impulso al desarrollo de la acción, potenciada con diversos encuentros sexuales rodados con una contención casi puritana y que exaltan la figura de Megan Fox, personificada a la perfección en el pecado carnal, en la tentación física, papel éste en el que la hasta ahora dudosa actriz se desenvuelve como pez en el agua.

Desgraciadamente su previsibilidad, donde no hay opción ninguna para la sorpresa, y algunas líneas de diálogo realmente sonrojantes y que lastran el efecto dramático de algunas secuencias, quitan hierro a un film totalmente irrelevante e ingenuo, pero que se ríe a mandíbula batiente de los elementos arquetípicos que circundan el terror teen actual. Jennifer's body huye de la sobreexplotación sexual de su protagonista en pos de una ridiculización de la masculinidad más frívola e insensible, al tiempo que, sin pretensión alguna, se divierte con la mezcolanza de elementos tradicionales de género. Indicada como mera curiosidad dentro del subgénero que hoy en día es el cine de terror.

lunes, septiembre 21, 2009

¡¡Campeones!!

La selección española de baloncesto sigue haciendo historia y ayer se alzó con el Campeonato de Europa, título que hasta ahora se les había resistido. Aunque fueron cuestionados tras su titubeante inicio de competición, donde estuvieron al borde de la eliminación, los chicos de Sergio Scariolo supieron reponerse e hicieron el baloncesto al que nos tienen últimamente acostumbrados, el de fantasía. Tanto es así que en la final contra Serbia la diferencia llegó a estar en 29 puntos, lo que denota en que nivel está nuestra selección en este momento y dónde está el resto.

Gracias por haber demostrado que el deporte no sólo es fútbol.

Malditos bastardos: Arriesgado nihilismo

Resulta totalmente innecesario, a día de hoy, hablar de las excelencias de la obra de Quentin Tarantino. Con una filmografía aún muy corta, es innegable que ha sentado cátedra en ámbitos como el estilo narrativo, la contención del tempo, la desdramatización de futuras escenas cruentas y sanguinarias o la utilización de la violencia en el cine como recurso cómico, creando referentes para jóvenes que lanzan al mercado sus primeras propuestas fílmicas. No obstante, no estamos ante un innovador (Sam Peckinpah sí revolucionó la forma de plasmar la violencia en pantalla), sino ante un alumno aventajado que sabe refundir muchas influencias pretéritas en un producto nuevo y otorgarle un valor distinto al original.

Tras el traspiés que supuso Death proof, tanto a nivel de crítica como de público, por su excesivo ombliguismo y su vacuidad literaria, Tarantino se atreve con la Segunda Guerra Mundial, pero no al uso, de corte épico y grandilocuente, sino adaptándola a su particular visión. Desgraciadamente, el realizador busca desesperadamente la película que vuelva a otorgarle la calificación de "revolucionario" del cine, como sí consiguió con Pulp fiction, y ni el desequilibrado díptico misceláneo de Kill Bill, ni el estrépito de Death proof, ni esta descompensada "Malditos bastardos" le volverá a hacer ser mercedor de tal distinción. Y es que, a pesar de cambiar el escenario, las mismas premisas están presentes en su nuevo proyecto. Tomando muchos referentes, como el spaghetti western, el cine europeo bélico de los 60 y 70, el evidente homenaje a "Doce del patíbulo" y un elenco de actores convicente (encabezados por Cristoph Waltz, en absoluto estado de gracia), Tarantino fantasea, de nuevo a través de perspectivas formalistas y excesivos diálogos, brillantes, pero absolutamente fuera del contexto fílmico, con un cambio de rumbo radical a la Historia contemporánea.

En esta ocasión no hay fragmentación y posterior desordenación secuencial, de modo que el espectador no se verá abocado a resolver al puzzle composivo que el director le plantea. La linealidad que recorre el metraje, unido a esa división en cinco capítulos, no logra sino acrecentar la sensación de hieratismo y tedio en determinadas secuencias (como el cuarto capítulo, totalmente innecesario, aunque Tarantiniano al 100%). Por otro lado, y como ya ocurriera en su anterior film, los destellos de brillo y savoir faire son intermitentes (es el caso del primer y quinto capítulos, narrados , en el caso del primero, con un sobresaliente, y Leoneano, sentido del suspense, mientras que el quinto fluctúa entre la comedia (esos falsos italianos son tronchantes) y el fatalismo ejemplificado en forma de incendio, con un añadido moral (el asesino queda marcado de por vida). Un análisis global del film invita a reflexionar sobre la discutible necesidad de dilatar hasta el hastío determinadas secuencias, especialmente en el caso que nos ocupa, ya que la estructura argumental, simple y escueta, no puede soportar tal cantidad de diálogos sin rumbo ni dirección y que parecen alargar sin fin el metraje tan sólo con la única finalidad de demostrar, por parte del director americano, su valía como escritor, algo que, a estas alturas, parece redundante e innecesario.

Con todo, Tarantino vuelve a demostrar su afición por las películas descatalogadas, por la montaña de películas de saldo del videoclub, y lo traslada a un guión propio, con un uso singular de la música, impredecible aunque eficaz, pero vuelve a ahondar, llegando a ser reiterativo, en los recursos que en el pasado le concediesen la distinción de enfant terrible del cine. Hoy Tarantino no tiene que demostrar nada, y tan execrable es el fanatismo exacerbado como la persecución a rajatabla, por lo que "Malditos bastardos" no supone su obra maestra ni su descenso a los infiernos. Tan sólo estamos ante un film peculiar, fugazmente sobresaliente, pero excesivo y anárquico en sus postulaciones narrativas. Distinción sí, pero no a cualquier precio.

jueves, septiembre 17, 2009

San Valentín Sangriento 3D: Romántica patada en la entrepierna

Algunas modas resultan perniciosas, y la última relacionada con el mundo del cine es la de hacer remakes de películas de terror de los años 70 y 80, pero ya no sólo destrozando clásicos como Halloween o "La matanza de Texas" con sucesivas y pestilentes revisiones, sino que cualquier film menor y mediocre del género se apunta al carro con tal de ofrecer un producto de rápido consumo para el público teen. Salvo honrosas excepciones, como fue "Las colinas tienen ojos," todas estas nuevas producciones han resultado ser un fiasco y un insulto al producto original, y desgraciadamente la cinta que nos ocupa no ha sido una excepción.

"San Valentín Sangriento" (lo del 3D ya es optativo) es una nueva adaptación del título homónimo de 1981, film canadiense de ínfimo presupuesto que, sin ser un referente en el género, demostró que se podía hacer cine de terror de mediana calidad con estrecheces presupuestarias (como también fue el caso de "Posesión infernal," de Sam Raimi, 1982). Aquí no existen problemas económicos, pero sí de técnica de guión y de originalidad e innovación narrativa, algunos preocupantes. Patrick Lussier, responsable de bazofias tales como "Angeles y demonios 3", White noise 2 o "Drácula 2001", activa el piloto automático tras la cámara y cae, con plena consciencia, en todos los clichés y situaciones comunes propias del género (véase golpes de efecto, apariciones repentinas, comportamiento incomprensible de algunos personajes, etc), siendo incapaz de crear un clima malsano que realmente inquiete al espectador. Lussier se limita a exponer, por enésima vez, el eterno dilema de quién es el asesino, quién está tras esa máscara, señalando diversos falsos culpables. Desgraciadamente Lussier no es Hitchcock y su capacidad de generar suspense y engañar al espectador es nula, por lo que fácilmente y con mucha antelación se podrá adivinar la incógnita que plantea el film.

"San Valentín sangriento" no pretende renovar el género, pero difícilmente se puede caer en cotas tan míseras como las de este subproducto dirigido a un público muy poco exigente que debe comulgar con un slasher tan poco carismático como un minero. Eso sí, aquellos que gusten del gore quizás disfruten parcialmente de las secuencias de ejecución, ya que la violencia se muestra en primer plano con un uso excesivo de hemoglobina falsa. Lástima que el guión no posea una mínima coherencia, que se recurra al regreso constante a la mina de un modo gratuito, que no se perfile en absoluto a los personajes, que la historia no tenga ni pies ni cabeza y que queden mil cabos sueltos, y es que no se puede vivir exclusivamente de formalismos, de "homenajes" a Tobe Hopper, Stanley Kubrick o Lucio Fulci, de aisladas escenas de brutales y sanguinarias muertes sin una lógica narrativa que proporcione un empaque a un producto que nace muerto y cuyo metraje se hace eterno y casi ridículo.

Para aquellos que gusten del 3D, señalar que prácticamente esta funcionalidad se limita al acercamiento hacia la pantalla (espectador) de diversos objetos (un pico, una pistola, algún que otro pedazo de carne humana), no ofreciendo demasiados alicientes para desembolsar la diferencia de precio que supone esta no tan nueva tecnología. Así que, si desea pasar un mal rato viendo una infame película de terror que no provoca pavor alguno, vaya a verla en un pase convencional. Si además quiere ser estafado, opte por el 3D. Para gustos los colores, y para terror del bueno, "El exorcista".

lunes, septiembre 14, 2009

District 9: Apartheid alienígena

De la mano de Peter Jackson, en labores de producción, aterriza District 9, plataforma de lanzamiento para el desconocido Neill Blomkamp y que intenta, con acierto y solvencia, dar un paso más allá en un género tan difícil de innovar como es el de la ciencia ficción. District 9 propone una historia de invasiones entre la raza humana y la alienígena, pero sólo como punto de partida y muy lejos del eterno conflicto interplanetario que tantas veces se ha llevado a la gran pantalla, y en muchas ocasiones con desiguales resultados. Por ello, cabe advertir que no nos encontramos ante una película al estilo de la tetralogía Alien, ni la hiperbólica Starship troopers (Paul Verhoeven, 1997), aunque no renuncia, obviamente, a elementos de acción de intenso ritmo.

Neill Blomkamp nos realiza una disección pormenorizada de la codicia humana y sus consecuencias ante situaciones extremas, mediante una bifurcación que flirtea entre el falso documental y la ficción convencional. Así, en su primera parte asistimos a un estilo puramente periodístico que sumerge al espectador en pleno Distrito 9, con un sabio uso del video digital y la cámara al hombro, realizando una presentación de personajes y de situaciones fluida y perspicaz. Por otro lado, el director evita caer en los convencionalismos de otorgar personalidad a los bandos, de modo que en District 9 no hay buenos ni malos, la única amenaza que combaten los humanos viene dada por su propio comportamiento. Es aquí donde se consiguen los mayores logros del film, mediante pinceladas que describen a la perfección una sociedad militarizada, y un gobierono burocrático, totalitario e intolerante, que ve en el extraño una pieza de colección con la que acaudalar fortuna, apoyado por un sistema de medios de comunicación que no dudan en manipular la información si así consiguen determinados réditos. La innata codicia humana se plasma en todas las escalas, desde lo alto de la pirámide institucional, pasando por los insurgentes y llegando al individuo en sí mismo, y Blomkamp acierta de plena en ese análisis donde el todo por la pasta es la máxima a seguir.

A nivel técnico la película brilla a gran altura, y lo que es loable, los efectos especiales están al servicio de la historia, sin que los alardes técnicos (exceptuando algún que otro exceso con los mechas) respondan a líneas de guión gratuitas. District 9 apuesta por los valores morales ante situaciones de extrema dureza, y consigue eludir el panegírico familiar y almibarado a pesar de contar con elementos que pudieran dar lugar a ello. La acción cobra sentido en su segunda mitad, llegando a alcanzar altas cotas de espectacularidad bajo una dirección milimetrada y un montaje lejos del frenético estilo videoclip que abunda hoy en este género.

District 9 supone un espléndido soplo de aire fresco al género de la sci fi, y logra, partiendo de recursos de guión convencionales y prototípicos del género, no sólo entretener al espectador, sino también ofertarle un constante dilema moral, donde la especie humana, como siempre, sale perdiendo.

miércoles, septiembre 09, 2009

Gamer: Dominación digital

Cine y videojuegos nunca ha sido una combinación de fácil digestión. A los hechos me remito: Mortal Kombat, Street fighter, Doom, House of the dead, Blood Rayne han sido ejemplos de esa creciente montaña de subproductos pestilentes que, apoyándose en el tirón comercial de un videojuego, han tratado de captar y atraer al cine a aquellos expertos en el manejo del pad y el ratón. Por ello, el primer contacto con un film como Gamer siempre tiende a la precaución y al desasosiego.

Afortunadamente, Mark Neveldine y Brian Taylor, co-directores de aquel exceso entretenido llamado Crank : Veneno en la sangre, vuelven a mostrar su pasión por las nuevas tecnologías y el entretenimiento digital llevándolo a su máximo extremo, como una forma de Leviatán, un Estado que domina a sus súbditos y los manipula a su antojo cual marionetista. El resultado es impactante, no cabe duda, pero ciertamente desconcertante. La intensidad de las secuencias de acción, totalmente adrenalíticas y estructuradas a base de esa incomprensible moda del videoclip que provoca la extenuación del espectador, se fusionan con tiempos muertos, flaquezas de guión y mensajes moralistas que no se sabe con certeza a dónde conducen.

La sociedad, no tan futurista como parece, que se nos presenta en Gamer es absolutamente apocalíptica y estremecedora. La persona ha quedado totalmente anulada, postrada durante horas ante la pantalla que muestra a su yo virtual, un personaje imaginario que transmite las sensaciones y estímulos del jugador. Obviamente, no tardarán en surgir las más bajas pasiones y las más obscenas perversiones humanas a la palestra, configurando un sistema social basado en el sexo más sucio posible, en el castigo físico a los transgresores de la ley y la violencia extrema, todo ello bajo un sistema de pago que enriquece sustancialmente a sus creadores.

Gamer peca de efectista, a pesar de su solvente factura y empaque, que consigue transmitir al espectador repudio y esperpento por esa escala de valores, epatándolo a base de una planificación abrupta, vertiginosa e irracional. Quizás para aquellos más jóvenes, aficionados al sector de los videojuegos, pueda suponer un intenso tour de force y un original periplo por el infierno humano, pero nada más lejos de la realidad. Sin perjucio del oficio y de la intensidad con la que Neveldine y Taylor ruedan y montan sus películas, Gamer no es más que un pastiche de deja vu, donde caben elementos obvios como Perseguido (Paul Michael Glaser, 1987) y 1997: Rescate en Nueva York (John Carpenter, 1981) y otros menos evidentes como Réquiem por un sueño (Darren Aronosfsky, 2000) o Battle royale (Kinji Fukasaku, 2000), donde la televisión se adueñaba de la capacidad de discernir de sus fieles y los manejaba a su merced, cayendo así en un estado de alineación guiado por el consumismo y la satisfacción inmediata como premisas supremas.

Con todo, Gamer evade la etiqueta “cine de videojuegos”, sino que utiliza éste como telón de fondo y vehículo narrativo, aunque de un modo errático e hiperbólico, sometiendo al espectador a un desequilibrado y estridente discurso de evidentes ínfulas kubrickianas, pero que en ningún momento raya a la altura de su mecánica naranja.

martes, septiembre 08, 2009

Vuelve el furgol

No, no me refiero a la guerra del fútbol que se ha abierto con el tema de los nuevos canales de TV ni a la locura desatada con el despilfarro florentiniano en fichajes para su empresa-equipo. Me refiero a algo quizás más frívolo aún pero que cada año también genera sus enfrentamientos entre los seguidores de Pro Evolution Soccer y Fifa. El juego de EA Sports dio el año pasado un salto cualitativo, superando a su eterno rival en cuanto a acabado técnico y jugable, aunque no en ventas, y es que el nombre Pro da mucho dinero.

A un mes escaso de su lanzamiento, EA Sports saca los dientes y presenta su FIFA10, que viene a pulir los pocos errores que contenía su predecesor, como fluidez en las animaciones, un mayor diseño táctico y disparos a puerta más precisos que, unido a las grandes bazas que ya poseía el juego, como la cantidad de licencias y los excelentes modos online, dan como resultado el Fifa 09 que debía haber sido. Para muchos quizás se nos antoje caro pagar 70 euros por tan pocas novedades, y es que era mejorar lo inmejorable, pero el fútbol vende y la gente paga. Ya lo decía los incombustibles AC/DC, Money talks.

Batalla campal, just for fun

No quiero hacer aquí, para evitar malinterpretaciones, una rajada de la juventud actual que, como todo en esta vida, adolece de severos defectos pero también posee sanas virtudes (las generalizaciones nunca han sido buenas). Pero uno se plantea, tras visionar esas imágenes grabadas con un móvil que delatan que hoy cualquiera puede ser periodista, donde la policía se enfrenta a multitud de jóvenes en una batalla campal en Pozuelo de Alarcón, muchas preguntas e inquietudes.

No soy partidario del botellón, no lo considero en absoluto ni constructivo ni, por supuesto, higiénico, pero no abogo por su prohibición. Los jóvenes han plantado cara al alto precio del alcohol mediante formas alternativas de "ocio", otra cosa es que sean más o menos acertadas, es decir, si realmente se busca el mero disfrute junto a amigos y una copa que anime el matabolismo o, por el contrario, y me temo que por aquí van los tiros, el fin deseado es la borrachera injustificada. Es un hecho, está ahí, cada cual deberá elegir si quiere formar parte del rebaño o no, a pesar de que ese rebaño no sea lo suficientemente cívico como para recoger la suciedad creada o tratar de no pertubar, en la medida de lo posible, el descanso de los vecinos que precisan de silencio. Cuestión de civismo y educación, algo que por aquí, por desgracia, no se ve en exceso.

Pero sin duda lo más preocupante es lo evidenciado el pasado sábado en Pozuelo de Alarcón. Todos creíamos al ver las imágenes que estábamos ante la común manifestación antisistema, antifascista o antialgo, que, por muy legítimos que sean sus fines perseguidos y muy pacífica que pretenda ser, siempre acaba en altercado policial donde todo el mundo se excede, manifestantes y policías. Es la guerra urbana y no hay normas, todo vale. Pues no, lo inquietante es que los protagonistas eran jóvenes estudiantes, muchos de ellos de alto nivel adquisitivo, que no perseguían un fin (véase social, político, medioambiental, etc.), sino la pura diversión. Uno lanzó una botella, el otro le respondió, y así la cadena se fue extendiendo hasta llegar a un estado de sitio donde no existían manifestantes ni represores, tan sólo verdugos, de uno y otro bando. ¿Niñatos aburridos en busca de nuevas experiencias? ¿Abuso de derecho? ¿Falta de educación? ¿Brutalidad policial? Probablemente todas estas respuestas tengan una respuesta positiva, pero hay que pensar que todo ello no surge de la nada, sino que siempre hay un punto anterior que flaquea y da pie al error. Educación ante todo, por favor.

miércoles, septiembre 02, 2009

Vuelve el mejor Batman

La experiencia nos ha demostrado que las licencias cinematográficas, a pesar de su aparente rentabilidad, no van acompañadas de resultados satisfactorios en su conversión al videojuego. Las prisas son malas consejeras, y el afán por lanzar al mercado un producto en la misma fecha que el estreno de la película provoca desarrollos apresurados, inacabados y en ocasiones, funestos. No ha sido éste el caso de Batman Arkham Asylum, que se ha inspirado en el cómic homónimo y que no se ha visto presionada por un estreno cinematográfico. De hecho, el juego ha sufrido varios retrasos motivados por la voluntad de los desarrolladores de crear un juego de calidad y que convenza al jugador que su esfuerzo económico ha valido la pena.

Batman Arkham Asylum es una delicia para los jugadores y para los cinéfilos, puesto que no sólo su jugabilidad es exquisita, donde manejamos a un héroe sin superpoderes, vulnerable, y que deberá utilizar su ingenio y sus dotes escurridizas para dar caza al Joker, íntimo enemigo del hombre murciélago; sino que su guión es puramente cinematográfico (obra de Paul Dini), y su capacidad de absorción es tal que pasan las horas ante la pantalla sin caer en momento alguno en el tedio. Por otro lado, la calidad técnica es espléndida, con un alto detalle gráfico y un sonido que se adecúa a las distintas situaciones del juego.

Puede decirse sin reparos que estamos ante el mejor videojuego jamás creado de Batman, un personaje sobreexplotado en este sector y que no siempre ha sido tratado como se merece. Con esta entrega el jugador disfrutará de lo lindo, el amante de los cómics quedará asombrado y el cinéfilo dará el ok a un guión solvente y fluido. Batman, ¿juego del año? No lo dudaría...