Cine y videojuegos nunca ha sido una combinación de fácil digestión. A los hechos me remito: Mortal Kombat, Street fighter, Doom, House of the dead, Blood Rayne han sido ejemplos de esa creciente montaña de subproductos pestilentes que, apoyándose en el tirón comercial de un videojuego, han tratado de captar y atraer al cine a aquellos expertos en el manejo del pad y el ratón. Por ello, el primer contacto con un film como Gamer siempre tiende a la precaución y al desasosiego.
Afortunadamente, Mark Neveldine y Brian Taylor, co-directores de aquel exceso entretenido llamado Crank : Veneno en la sangre, vuelven a mostrar su pasión por las nuevas tecnologías y el entretenimiento digital llevándolo a su máximo extremo, como una forma de Leviatán, un Estado que domina a sus súbditos y los manipula a su antojo cual marionetista. El resultado es impactante, no cabe duda, pero ciertamente desconcertante. La intensidad de las secuencias de acción, totalmente adrenalíticas y estructuradas a base de esa incomprensible moda del videoclip que provoca la extenuación del espectador, se fusionan con tiempos muertos, flaquezas de guión y mensajes moralistas que no se sabe con certeza a dónde conducen.
La sociedad, no tan futurista como parece, que se nos presenta en Gamer es absolutamente apocalíptica y estremecedora. La persona ha quedado totalmente anulada, postrada durante horas ante la pantalla que muestra a su yo virtual, un personaje imaginario que transmite las sensaciones y estímulos del jugador. Obviamente, no tardarán en surgir las más bajas pasiones y las más obscenas perversiones humanas a la palestra, configurando un sistema social basado en el sexo más sucio posible, en el castigo físico a los transgresores de la ley y la violencia extrema, todo ello bajo un sistema de pago que enriquece sustancialmente a sus creadores.
Gamer peca de efectista, a pesar de su solvente factura y empaque, que consigue transmitir al espectador repudio y esperpento por esa escala de valores, epatándolo a base de una planificación abrupta, vertiginosa e irracional. Quizás para aquellos más jóvenes, aficionados al sector de los videojuegos, pueda suponer un intenso tour de force y un original periplo por el infierno humano, pero nada más lejos de la realidad. Sin perjucio del oficio y de la intensidad con la que Neveldine y Taylor ruedan y montan sus películas, Gamer no es más que un pastiche de deja vu, donde caben elementos obvios como Perseguido (Paul Michael Glaser, 1987) y 1997: Rescate en Nueva York (John Carpenter, 1981) y otros menos evidentes como Réquiem por un sueño (Darren Aronosfsky, 2000) o Battle royale (Kinji Fukasaku, 2000), donde la televisión se adueñaba de la capacidad de discernir de sus fieles y los manejaba a su merced, cayendo así en un estado de alineación guiado por el consumismo y la satisfacción inmediata como premisas supremas.
Con todo, Gamer evade la etiqueta “cine de videojuegos”, sino que utiliza éste como telón de fondo y vehículo narrativo, aunque de un modo errático e hiperbólico, sometiendo al espectador a un desequilibrado y estridente discurso de evidentes ínfulas kubrickianas, pero que en ningún momento raya a la altura de su mecánica naranja.
Afortunadamente, Mark Neveldine y Brian Taylor, co-directores de aquel exceso entretenido llamado Crank : Veneno en la sangre, vuelven a mostrar su pasión por las nuevas tecnologías y el entretenimiento digital llevándolo a su máximo extremo, como una forma de Leviatán, un Estado que domina a sus súbditos y los manipula a su antojo cual marionetista. El resultado es impactante, no cabe duda, pero ciertamente desconcertante. La intensidad de las secuencias de acción, totalmente adrenalíticas y estructuradas a base de esa incomprensible moda del videoclip que provoca la extenuación del espectador, se fusionan con tiempos muertos, flaquezas de guión y mensajes moralistas que no se sabe con certeza a dónde conducen.
La sociedad, no tan futurista como parece, que se nos presenta en Gamer es absolutamente apocalíptica y estremecedora. La persona ha quedado totalmente anulada, postrada durante horas ante la pantalla que muestra a su yo virtual, un personaje imaginario que transmite las sensaciones y estímulos del jugador. Obviamente, no tardarán en surgir las más bajas pasiones y las más obscenas perversiones humanas a la palestra, configurando un sistema social basado en el sexo más sucio posible, en el castigo físico a los transgresores de la ley y la violencia extrema, todo ello bajo un sistema de pago que enriquece sustancialmente a sus creadores.
Gamer peca de efectista, a pesar de su solvente factura y empaque, que consigue transmitir al espectador repudio y esperpento por esa escala de valores, epatándolo a base de una planificación abrupta, vertiginosa e irracional. Quizás para aquellos más jóvenes, aficionados al sector de los videojuegos, pueda suponer un intenso tour de force y un original periplo por el infierno humano, pero nada más lejos de la realidad. Sin perjucio del oficio y de la intensidad con la que Neveldine y Taylor ruedan y montan sus películas, Gamer no es más que un pastiche de deja vu, donde caben elementos obvios como Perseguido (Paul Michael Glaser, 1987) y 1997: Rescate en Nueva York (John Carpenter, 1981) y otros menos evidentes como Réquiem por un sueño (Darren Aronosfsky, 2000) o Battle royale (Kinji Fukasaku, 2000), donde la televisión se adueñaba de la capacidad de discernir de sus fieles y los manejaba a su merced, cayendo así en un estado de alineación guiado por el consumismo y la satisfacción inmediata como premisas supremas.
Con todo, Gamer evade la etiqueta “cine de videojuegos”, sino que utiliza éste como telón de fondo y vehículo narrativo, aunque de un modo errático e hiperbólico, sometiendo al espectador a un desequilibrado y estridente discurso de evidentes ínfulas kubrickianas, pero que en ningún momento raya a la altura de su mecánica naranja.
Ayer estaba mirando para ir a verla al cine, pero no me gustó demasiado lo que leía de ella, bien es cierto que no había visto ningún trailer, ahora me doy cuenta de que no te puedes fiar de los comentarios auneue sean muchos, visto el vídeo que has puesto me ha llamado la atención.
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