miércoles, marzo 30, 2011

Piranha 3D: Qué festín, de postín

Corría el año 1978 cuando un absoluto desconocido Joe Dante, quien a la postre iba a convertirse en un reputado director de cine fantástico, con algunas películas emblemáticas en su haber, se ponía tras la cámara por primera vez para revitalizar el apabullante éxito obtenido por Steven Spielberg con "Tiburón", aunque con unos medios mucho más modestos y una perspectiva bien distinta. "Piraña" hoy en día es recordada más por la leyenda que está detras de ella que por sus puras virtudes y su valía artística, al ser, como ya se ha dicho, el debut en la dirección de Joe Dante, el contar con un guión escrito por el mismísimo John Sayles (director independiente de reconocido prestigio) y suponer la secuela de este título la ópera prima del hoy aupado en los altares James Cameron. El film se adscribía a la serie B en su estado puro, el de la carencia presupuestaria, el desparpajo y la desvergüenza sin miramientos, pero respetando los cánones establecidos por el cine de terror de los 70, aquel que castigaba con crueldad en pantalla al ser humano y, por extensión, al espectador que asistía atónito a un espectáculo macabro fascinante y horrendo a partes iguales.

Han pasado los años y, con ellos, la forma de enfocar el cine de terror. La serie A está compuesta por cintas que poco o nada tienen que ver con la concepción clásica del terror, anclándose en la explotación escénica del slasher ávido de sangre joven y turgente, las posesiones demoníacas o el revival de películas pretéritas, mientras que la serie B ha quedado relegada a los festivales de exhibición minoritaria o a formatos de telerrealidad que fotocopian el precedente de "El proyecto de la bruja de Blair". En el caso de Piraña, sin duda fue un gusto saber que sería Alexandre Aja el encargado del proyecto, pues tanto su obra inaugural, "Alta tensión", como las posteriores, todas ellas remakes, iban más allá de la mera revisión con fines netamente alimenticios, sino que imprimía a sus películas una admiración y respeto por el original evidentes y, por ello, plausibles.

"Piraña 3D" vuelve a ser aquella película desvergonzada, caótica e insustancial como lo fue su predecesora, pero actualizado a tiempos modernos, donde la pérdida de valores se ha tornado más evidente y palpable, la sociedad del carpe diem es una constante vital y la alienación y degradación socio-cultural se ha convertido en un cáncer irreparable. Así, su argumento viene a ser tan simple como el original, y el público espera enfervorecido el castigo divino impuesto por las fuerzas de la naturaleza, personificadas en esos pequeños pero voraces depredadores, posicionándose de su lado y no de los protagonistas, meros muñecos inertes y,en parte, merecedores de su fatal destino. Aja se adapta con paso firme a las nuevas tecnologías, respetando la estética, en los primeros compases del film, propia de los años 70, para posteriormente dar rienda suelta a las posibilidades ópticas del 3D, realmente logradas en las escenas subacuáticas. 

Obviamente "Piraña 3D" está concebida como una película veraniega, época en la que los sesos están semiderretidos y la exigencia del público se arrastra por los suelos, y por tanto atacarla por el hecho de sus diálogos anodinos, su esquematismo dramático y su gratuidad escénica no suponen más que meras evidencias que caen por su propio peso. El realizador francés es consciente de las limitaciones literarias con las que cuenta pero, a pesar de ello, sabe sacar adelante con mucha personalidad, una dosis de exhibicionismo carnal de artificio y una ración gigante de hemoglobina un relato que viene a acentuar, con tono crítico, el carácter acomodado del ser humano, la falta de respeto por los valores primarios y recuerda que toda conducta reprobable tiene su castigo. Los verdaderos valores de "Piraña 3D" residen en su tono hilarante, desprejuiciado y sarcástico, armándose de unos medios técnicos al servicio de la historia sin pretensiones, y que tienen su punto álgido en las secuencias más cruentas, realmente conseguidas, donde el terror hace acto de presencia y el miedo, inapreciable a simple vista, campa a sus anchas. Si a ello le añadimos un despliegue de tintes hiperbólicos en su exhibición de miembros amputados y casquería varia, queda claro que el público al que va dirigido el film no puede ser más limitado y, con ello, iniciado. El resultado es un cóctel de excesos e insensateces altamente disfrutable, pero que exige cierta autocomplacencia por parte del espectador ante la nadería y la falta de aspiraciones que "Piraña 3D" aporta, y que el director, con aires gamberros y desmelenados, escupe a la cara del espectador.

martes, marzo 22, 2011

Torrente 4: Caspa infinita

Resulta cuanto menos de ilusos esperar algo de provecho en la cuarta entrega de Torrente, saga sobreexplotada por antonomasia que, casualidades de la vida, ha sido llamada a salvar la defenestrada taquilla del cine español. Aun así, quien escribe, tras haber sufrido en las dos anteriores ocasiones vergüenza ajena ante las andanzas del policía de dudosos valores, decidió tenderle la mano una vez más al no tan tonto brazo de la ley y, por extensión, al señor Santiago Segura. Pocas veces me he sentido tan incómodo en una sala de cine, ya no por el jaleo general que crean este tipo de películas, ni por la falta de comportamiento y educación de parte del público, algo ya tristemente generalizado y asumido como "normal" en esta decadente sociedad, sino por la nadería que surgía de la pantalla, de asumir, conscientemente, el haber tirado al más putrefacto de los vertederos algo más de 90 valiosos minutos. 

Segura ahonda, una vez más, en los recursos del chiste fácil y poco elaborado que rezuman de su personaje, a saber, homofobia, xenofobia, racismo, puterío y poca, muy poca higiene, de modo que su nueva propuesta no es más que un nuevo acto de descriptivismo, casi obsceno, de los rancios valores de su protagonista, algo que, salvo que tu edad mental esté por debajo de los 8 años, no resulta excesivamente gratificante ni satisfactorio. Como era de esperar, la legión (cada vez más) de pseudopersonajes del mundo del cotorreo y la lengua viperina deambula por el set tratando de dar credibilidad a lo increible y pretendiendo ser actores por un día, sin ser conscientes del sentido de la vergüenza y de la autocrítica. Con este plantel, no esperen una historia mínimamente coherente, ya que, de haberla, ésta ha sido confeccionada a base de retales cuya progresión narrativa funciona a ritmo de gags, metidos con calzador, y de un nivel intelectual digno de la mejor sobremesa televisiva. 

Torrente debutó en 1998 sorprendiendo a propios y a extraños con una simpática fábula que poco tenía de crítica o de radiografía social como algunos querían ver, pero que merecía un reconocimiento por su honestidad y por haber dado vida a un personaje detestable, pero a la vez icónico. Santiago Segura, aka Torrente, dispuso como partenaire en su debut a Javier Cámara, y en su fallida secuela a Gabino Diego. ¿Qué retorcida razón le habrá llevado a contar en esta cuarta parte con Kiko Rivera? Y es que Torrente se ha convertido en un fenómeno mediático, una atracción a la que todo el mundo quiere subir por no sentirse marginado socialmente, y en la que dignidad y la entereza se pierden en pos de contar con el beneplácito de la masa y de seguir la orientación que marca el rebaño social.

Con el paso de las entregas Segura ha sabido, con pecho henchido y ciertas dosis altivas, rentabilizar una idea que pocos pensaban fuera a triunfar, pero la broma ha perdido su gracia, y de ahí a mancillar títulos memorables como "La gran evasión", "Cadena Perpetua, "Vértigo" o "Evasión o Victoria" hay un mundo, y Torrente 4 ha sobrepasado ese límite, congratulándose del mal gusto, la zafiedad y la adoración a la estulticia, sin reparar en los pilares básicos que configuran una obra cinematográfica. Torrente es un fenómeno de retroalimentación capaz de sobrevivir a costa de ingerir sus propias heces y que está dispuesto a perdurar durante muchas más entregas, siempre que su público lo acoja con los brazos, sobacos sudados incluidos, abiertos.

No busquen en Torrente 4 una historia ingeniosa, no la hay; no busquen diálogos brillantes, no los hay; no busquen una precisión en la dirección, no la hay; no busquen una gran labor actoral, no la hay; no busquen los diez euros de la entrada, ya no los hay, se fueron por el W.C.