El presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, lo ha conseguido (y qué no puede conseguir él, nos preguntaremos, ¿verdad?). De nuevo la cultura del miedo ha vuelto ser la excusa para sacar adelante la modificación de la normativa sobre espionaje que, en esta ocasión, y en mi humilde opinión, ha ido demasiado lejos, invadiendo las esferas de la más íntima privacidad del ciudadano de a pie. Hasta ahora era necesaria para el seguimiento e interceptación de las comunicaciones de "sospechosos" (qué termino más ambiguo y peligroso en manos de los que detentan el poder), la preceptiva autorización judicial (algo que en España también se da, recordemos la famosa ley del "patadón en la puerta" o "ley Corcuera"). Pues los largos y astutos brazos de la Administración Bush han logrado, a pesar de que en el Senado la mayoría de votantes son demócratas (se supone, el lado "progresista" norteamericano, si ambos términos pueden interrelacionarse), eliminar este obstáculo, obviamente alegando las consabidas razones de defensa y seguridad nacional y bla, bla, bla... En consecuencia, EE.UU. (o mejor dicho, su Gobierno y los servicios secretos) es ahora libre para espiar al más puro estilo Bondiano sin ninguna instancia superior que pueda hacer labores de vigilancia o supervisión, de modo que, si es Vd. norteamericano y habita en el país de las barras y estrellas, tenga cuidado cuando telefonee al extranjero o envíe un e-mail, es muy probable que no se trate de una comunicación de sólo dos personas. De todos modos, respire tranquilo si Vd. acata la pena de muerte como una forma de hacer justicia, celebra por todo lo alto el 4 de julio y el día de acción de gracias, defiende la guerra de Irak y rechaza de plano la homosexualidad. Enhorabuena, es Vd. un americano íntegro. Y no se olvide de votar las próximas elecciones. God bless America.
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