Creo que es de recibo e incluso necesario echar un vistazo a los orígenes de los directores de cine consagrados, y observar cómo se las ingeniaban para crear sus primeras obras. No se equivoquen, no lo hago con el ánimo de buscar cínicamente errores propios de primerizo o reirme de forma desconsiderada de los genios del cine de hoy, sino, y como es el caso que nos ocupa, para rendirme ante la gran labor y esfuerzo de jóvenes inquietos con una gran capacidad artística. Corría el año 1982 cuando Tim Burton escribía, creaba y animaba el corto Vincent, inspirado en las novelas de Edgar Allan Poe y su hito cinematográfico Vincent Price, quien se prestó gentilmente a poner la voz en off. Como no podía ser de otro modo, Burton utilizó la técnica del stop motion que posteriormente, con "Pesadilla antes de Navidad", "James y el melocotón gigante" y "La novia cadáver" explotaría hasta límites insuperables. Una joya de seis minutos y un embrión del gran talento que estaba por nacer.
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