El viernes pasado se estrenó en toda España la nueva película del enigmático director vasco Julio Medem, con el título de "Caótica Ana". La más que digna, y en ocasiones notable, carrera de Medem me animaba a ver esta nueva obra, así que me dispuse, en horario nocturno, bien relajado y con los ojos y mente bien abiertas, a visionar la película en cuestión. Y sí, efectivamente, Medem lo ha vuelto a hacer, de nuevo ha vuelto a implantar el desconcierto y la división (radical) de opiniones entre el público. No hay términos medios, o lo amas o lo odias. "Caótica Ana" se mueve entre la crítica política (bastante simplista, todo hay que decirlo), el cine reflexivo y surrealista de Lynch o Bergman, la denuncia social, el drama rural y el romanticismo descarnado. Obviamente no estamos ante un película fácil, ya que su ritmo lánguido y muy pausado puede llegar a desesperar a algunos, pero ofrece valores y sobre todo un esquema narrativo muy estudiado, haciendo que no sobre ningún plano en todo el metraje, a pesar de los muchos temas que trata de abordar y que puedan parecer triviales con el conjunto global. Medem compone de maravilla, crea situaciones caóticas y oníricas mágicas, aunque sigue adoleciendo de su mayor defecto, los textos chirrían, aunque no supone excesiva molestia en el contexto general de la obra, que fluye, valiente y impía, a contracorriente. No estamos ante la mejor obra de Medem, pero sí ante una película atrevida, muy personal, que rezuma libertad por los cuatro costados y que exige mucha atención y reflexión por parte del espectador. Cine diferente para un público que pide algo más que torrentes, cafés solos con o sin ellas o atascos en nacionales, todos ellos muy respetables pero excesivamente extendidos.
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