Con el vello aún erizado y la carne de gallina vuelvo de esa localidad murciana pequeña pero apacible llamada Lorca que, este fin de semana, ha sido protagonista absoluta y referencia ineludible para los amantes de la música de cine, pues nada más y nada menos que el genio Ennio Morricone ha estado allí, sí, él mismo en persona, dirigiendo su propia música con la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. El resultado no ha podido ser más satisfactorio y enriquecedor. "Il maestro" estructuró el concierto en cinco bloques, a modo de suite, y cuyos temas eran ejercitados sin pausa alguna. A pesar de que los nervios se hicieron notar en la orquesta, con algún que otro error en los metales y una tensión que podía palparse en los músicos (y que los gestos de Ennio evidenciaban), transcurrido el primer cuarto de hora todo rodó a la perfección. No faltaron los míticos temas de "Los intocables", "El bueno, el feo y el malo", "Erase una vez en América", "Agáchate, maldito", "La misión" o "Hasta que llegó su hora", intercalando con otras menos conocidas pero no por ello poco reseñables, como "La batalla de Argel", "El clan de los sicilianos", "Queimada" (magnífico tema, Abolisson, donde el coro lo dió todo), "El desierto de los tártaros" o "La leyenda del pianista en el océano" (preciosa composición, para mi gusto su última obra maestra hasta la fecha). Para sorpresa de todos, la soprano habitual de Morricone, Susanna Rigacci, estuvo presente, consiguiendo poner al público en pie en los míticos temas del spaghetti western con su altos tonos agudos . Todos nos extrañamos cuando en el programa vimos que no se iba a interpretar ningún tema de "Cinema Paradiso", quizás su obra más conocida y alabada a nivel de crítica y público, pero es que el bueno de Ennio guardó lo mejor para el final. Tras la insistencia de todo el público, decidió hacer dos bises, Here´s to you, del film "Sacco y Vanzetti", y la repetición de L´estasi dell´oro, de "El bueno, el feo y el malo", pero el respetable quería más. Al grito de "Bravo", y "otra, otra", y cuando la orquesta ya recogía sus instrumentos, el genio romano deleitó a su público con una interpretación, él solo, al piano, de un fragmento del tema principal de "Cinema Paradiso", con lo que consiguió que toda la plaza se rindiera a sus pies. No cabe discusión a estas alturas de la valía profesional de Ennio Morricone, que viene remarcada de su personalidad tan humilde y llana, al quedarse, tras dos horas ininterrumpidas de concierto, para atender al público que decidió esperarle a su salida, conversar con él y firmar autógrafos (uno de ellos fue a parar a mí, gracias a la esforzada labor de mi querida esposa). Un espléndido detalle del genial compositor que lo humaniza más si cabe. Lo cierto es que a muchos de nosotros ya nos gustaría llegar a los 79 años como este señor, a quien ayer se le pudo ver feliz y disfrutando encima del escenario haciendo lo que más le gusta, dirigir su propia música. La foto que encabeza este artículo, sacada con mi cámara digital, lo explica todo, seriedad, veteranía y, sobre todo, ilusión. En Lorca se escuchó ayer música con mayúsculas, y si existe el cielo, desde luego en él resuenan los compases de la inigualable música de Ennio Morricone. Gracias, maestro, no olvidaré este concierto fácilmente.
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