30 de julio de 2007. Fallece Ingmar Bergman, para muchos, entre los que me incluyo, uno de los grandes genios de la cinematografía. Alabado por la crítica y sólo por el público más exigente, Ingmar Bergman siempre ha sabido enseñar a través del cine y someter al espectador a una sesión de terapia psicológica y filosófica. No falta en su filmografía la inclusión y profundización sobre temas existenciales, tales como la religión, la muerte, el más allá, la justicia, la incomunicación, el sexo, el sufrimiento y la soledad. Autor incomprendido, siempre se encargaba de llevar a la gran pantalla (o a veces a la pequeña, por dificultades de financiación) sus obras, que él mismo aseguraba que eran sentimientos propios que sentía estructurados en historias, casi siempre de personajes cercanos y de entornos familiares. Su larga filmografía se compone de varias obras maestras, y se ha alzado en varias ocasiones con el Oscar a la mejor película extranjera, figurando como uno de los más grandes innovadores del lenguaje cinematográfico en todos los libros de cine. Películas como Persona, El séptimo sello, Un verano con Mónica, Fresas salvajes, Gritos y susurros, Secretos de un matrimonio, La prisión, La sed, Sonata de Otoño, El manantial de la doncella, Fanny y Alexander o La carcoma son exposiciones vitales de un enamorado de la literatura y de la música, inquieto por dar respuesta a preguntas que probablemente nunca tengan solución. A pesar de que arrastraba desde largo tiempo una grave enfermedad, y que llevaba mucho tiempo sin dirigir, aún realizó una última aportación a su dilatada carrera, Saraband. El cine no sería lo mismo sin Ingmar Bergman, al que le debemos muchas obras magnas, y un magnífico libro a modo de autobiografía, La linterna mágica. Bergman se ha ido pero queda tras de sí una extensísima filmografía, afortunadamente editada en DVD, y que merece ser revisada como sentido homenaje. Adiós, maestro.
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