Un truño que ya se preveía

Philip K. Dick ha sido un autor de ciencia ficción cuyos relatos cortos eran muy cinematográficos, y eso la industria de Hollywood es consciente, de modo que ya hemos visto pasar por la pantalla grande algunas de sus obras (Blade runner, Minority report, Desafío total, El infiltrado o Una mirada en la oscuridad) convertidas en películas de irregular éxito. El problema es que tornarse en un referente suele ser peligroso, porque al final te usan como mero gancho publicitario. Es lo que ha ocurrido con Next, última película de Lee Tamahori, y cuarto bodrio en lo que va de año de Nicholas Cage, tras World Trade Center, The wicker man y El motorista fantasma). Inspirándose, muy vagamente, en la obra literaria de Dick, Tamahori crea un thriller de persecuciones con un vago planteamiento y un desarollo apático hasta la extenuación, sin el menor rigor en la descripción de personajes y forzando una historia romántica que resulta a todas luces ridícula y risible. Una historia plana y convencional, con buenos astutos y villanos de todo a cien, y un Cage dirigiendo al FBI en pos de la salvación de la humanidad (o más bien de su novia). Una peli de sobremesa, con efectos especiales cantosos, fallos básicos de guión, y que sólo se digiere entre cabezadas somnolientas. Lo peor de todo es que el propio Cage produce, y el descalabro en taquilla ha sido monumental. Cage, deja de utilizar bodrios infumables para ligarte chicas (Eva Mendes, Jessica Biel) y vuelve a los productos de calidad, majete.