Cuando aún no nos habíamos recuperado del mazazo que supuso ayer el fallecimiento de Ingmar Bergman, se acaba de conocer la triste noticia de la muerte de otro de los diez mejores directores de la Historia del Cine, Michelangelo Antonioni, aquel a quien en todos los libros se le denominaba como el "maestro de la incomunicación", en el sentido que era el que mejor reflejaba en la pantalla ese sentimiento. Quizás más irregular que Bergman y sobre todo mucho menos productivo, Antonioni destacó por filmes como Blow up, Las amigas, El desierto rojo, El eclipse o Identificación de una mujer. Airoso triunfador en festivales de prestigio como Cannes o Venecia, la Academia de Hollywood nunca le deparó un premio, y no fue hasta 1995 cuando le otorgaron el Oscar a su trayectoria (algo que olía ya a homenaje predefunción). Su cine de personajes, de amores y desamores y de las vicisitudes conyugales y de pareja le catapultaron como uno de los grandes del neorrealismo italiano, junto con De Sica o Rosellini. Para los estudiosos fue uno de los modelos a seguir por todo director, y sin duda su pérdida hace obligatoria una mejor atención por las distribuidoras de DVD, ya que su obra no tiene el reconocimiento que se merece a nivel de cine en casa. Si Woody Allen ayer se sintió abatido por la noticia de la muerte de su colega e idolatrado Bergman, no cabe duda que éste es un golpe que mina más si cabe la moral de cualquier cinéfilo.
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