Anoche no escuché los incesantes claxones de los coches por la noche, ni un griterio enfervorecido, ni tracas (bueno, eso sí, pero fue por la cremà de las Hogueras). No había multitudes ni altercados, algo extraño cuando hay una competición deportiva de por medio. Y es que hay un antiguo dicho que reza que no conviene vender la piel del oso antes de cazarla. Y así ha sido. La selección española, o mejor dicho, la prensa que antes la criticaba y este año estaba a muerte con ella, ha pecado de prepotente y hemos pasado en minutos de la gloria a la miseria y al ninguneo. España ya se preparaba para la final del domingo sin pensar que antes de eso hay que superar una semifinal, con un rival que, en principio, está en igualdad de condiciones.
Nuestro rival, Estados Unidos, curtido en fútbol, pero americano, planteó un férreo sistema defensivo y apostó por la potencia física (donde se evidenció una gran diferencia entre ambos equipos). No poseían demasiado el balón, pero no lo perdían. Atacaban tímidamente, pero atacaban. Corrían, y mucho, y luchaban cada balón como si fuera el último. España se dedicó a verlas venir, pensando en Brasil, y así fueron llegando los goles. La heroica quedaba muy lejos y la epicidad de remontadas gloriosas en diez minutos era una hazaña imposible. Al final, todos callados y a esperar el tercer puesto (o cuarto si seguimos sacando pecho). David volvió a vencer a Goliat.
Nuestro rival, Estados Unidos, curtido en fútbol, pero americano, planteó un férreo sistema defensivo y apostó por la potencia física (donde se evidenció una gran diferencia entre ambos equipos). No poseían demasiado el balón, pero no lo perdían. Atacaban tímidamente, pero atacaban. Corrían, y mucho, y luchaban cada balón como si fuera el último. España se dedicó a verlas venir, pensando en Brasil, y así fueron llegando los goles. La heroica quedaba muy lejos y la epicidad de remontadas gloriosas en diez minutos era una hazaña imposible. Al final, todos callados y a esperar el tercer puesto (o cuarto si seguimos sacando pecho). David volvió a vencer a Goliat.
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