Muy de vez en cuando el triste panorama televisivo te da ciertas alegrías. En un sector condicionado por los índices de audiencia, donde hoy eres un ídolo de masas y mañana has caído rápidamente en el olvido y no eres más que un fósil televisivo, se agradece que se apueste por ciertos programas que huyen de la carnaza rosa y del amarillismo rancio. Es el caso de la serie emitida en La Sexta "Qué vida más triste", que comenzó emitiéndose en Internet y posteriormente pasó a formar parte de la parrilla de la televisión de Emilio Aragón. Afortunadamente las condiciones de los artífices de esta cómica serie (mantener el mismo formato, es decir, cámara fija y pocos personajes) se mantuvieron, lo que le aporta cierta frescura y un aire amateur simpático. Si a esto le sumamos unos personajes carismáticos y con los que el espectador puede identificarse, tenemos como resultado un divertimento magnífico y un producto innovador y que en otras cadenas quedaría relegado al olvido o a horas intempestivas.
El martes 28 esta serie emitió un capítulo magistral, en el que los videojuegos eran los protagonistas. Desconozco si Microsoft ha tirado de chequera para que su producto estrella figure en la serie. Lo que sí tengo claro es que más de uno nos hemos sentido identificados con esta graciosa tira cómica.
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