Continúo con mi periplo virtual por la devastada ciudad de Washington, comunicándome con extraños seres que bien tratan de labrarse una amistad conmigo o bien embaucarme y arrastrarme a sus bajas intenciones. El yermo de Fallout 3 se ha convertido en una explanada repleta de criaturas afectadas por la radiación cuyo discernimiento se ha reducido a la mínima expresión. Pero si algo me está fascinando de este peculiar juego es su banda sonora. Independientemente del soberbio doblaje al castellano y los magníficos efectos sonoros que posee, Fallout 3 te remonta a los años 30- 40 con unas sintonías simpáticas, de aquellas que se escuchaban en los vetustos gramófonos, y que responden a la estrategia gubernamental de mantener a la población sonriente y ajena a la vasta destrucción que hay tras las puertas de sus casas. Quizás con el paso de las horas se puedan hacer estas melodías repetitivas, pero de momento las estoy disfrutando como un enano. De hecho, podría decirse que parezco Dorothy brincando al paso de las baldosas amarillas.
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