Leo en El Pais una noticia que, al tiempo que me sobrecoge, me llena de ilusión al ser una de las piezas clave y desveladoras de la Historia contemporánea. Y es que una copia de la famosa lista que Oskar Schindler mandó redactar con el fin que cientos de judíos trabajaran en alguna de sus fábricas, evitando así evitar que fueran deportados a campos de concentración, donde morirían fruto de la enfermedad o de una ejecución a manos de ejército nazi. Ha sido en Australia, en una biblioteca de Sydney, donde se ha encontrado esta joya histórica, entre papeles del escritor Thomas Keneally, quien gracias a su obra "El arca de Schindler", pudo dar a conocer este hecho, que Spielberg se encargó de catapultar con su magna película "La lista de Schindler".
Con este descubrimiento quizás aquellos que aún tengan dudas sobre la veracidad y existencia de uno de los más crueles episodios de la reciente Historia, reflexionen y tengan otra concepción sobre el Holocausto. Sin duda, una cómoda y eficaz forma de acercarse a este tema es visionar el film de Spielberg, donde recreó, con la magnífica labor interpretativa de Ben Kingsley y Liam Neeson, la apresurada elaboración de la hallada lista.
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