
Nada más y nada menos que dieciocho cámaras rodean, siguen y persiguen a estos cuatro musicazos que se dejan la piel en escena. Pero, lo mejor de todo es que, si al principio la técnica y el estilo de montaje made in Scorsese nos sorprende y nos apabulla, poco a poco va quedando en segundo plano motivado por la actuación de la banda. Y es que los vemos disfrutar como chiquillos sobre el escenario, correr, tirarse al suelo, emocionarse con el público, como si no hubiesen pasado los años, y a pesar de los invitados "sorpresa", como Jack White, Christina Aguilera o Buddy Guy, cuando realmente luce el concierto es con Watts, Richards, Wood y Jagger con las pilas cargadas transmitiendo sensaciones a un público enloquecido.
El set list no tiene desperdicio. Desde el primer riff de Jumpin' Jack Flash dan ganas de estar en la pantalla y saltar al ritmo desenfrenado de los Stones. Un repaso a parte de su carrera, con selección de canciones poco conocidas incluida, configura un soberbio concierto que, si bien no investiga en la historia de los Stones, nos ofrece en primer plano su obra, su música. Shattered, She was hot, All down the line, As tears go by (de la que renegaron en su día), Connection o You got the silver se fusionan a la perfección con clásicos como Sympathy for the devil, Brown sugar, Start me up o I can't get no (satisfaction), canción que cierra la película, a pesar de que la banda sonora contiene cuatro canciones más. Quizás los más puristas echaran en falta el mítico tema Angie, pero no fue mi caso. Disfruté como un enano, entendí a los sexagenarios que veneran a este grupo, y me prometí a mí mismo no morirme sin verlos en directo.
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