miércoles, enero 16, 2008

¿Cariño, dónde nos sentamos?

Esta frase que tanto oimos a la entrada del cine, cuando no la pronunciamos nosotros, tiene todo el aspecto de desaparecer de forma paulatina hasta convertirse en un clásico del pasado, de cuando existían las salas de cine. Y es que, señores, nos estamos quedando sin cine. No, tranquilos, no se alarmen, no es que se deje de producir películas, sino que las salas de cine entendidas como ese vehículo transmisor de sentimientos entre el director de una película y el espectador, pues están en serio peligro de extinción.

En 2007 se contabilizó un descenso en el número de espectadores de 20 millones, y de 40 millones con respecto al año 2004. Ahora toca buscar culpables (y supongo que la Academia de cine española se habrá hecho eco de la noticia y Angeles Gonzalez-Sinde, Presidenta de la misma, nos soltará el típico rollo sobre la piratería y bla, bla, bla), lo que hinchará el pecho a Teddy Bautista para justificar la imposición del canon digital.

Factores hay muchos : descenso en el número de salas (aunque pantallas prácticamente sigue habiendo las mismas), el alto precio de la entrada de cine, la comodidad de los usuarios ante la posibilidad de poder ver en casa películas en formato DVD o en alta definición (Blu-ray o HD-DVD), las descargas a través de Internet y el top manta. Y es que, uno que acude varias veces a la semana a estas salas, constantemente se pregunta cómo es posible mantener un negocio con una media de espectadores de 10-15 personas, y eso con suerte, porque si la película no es de renombre, lo habitual es verla solo (todo un gozo, por otro lado).

Sin duda se hace necesaria una solución consensuada que vuelva a atraer el aficionado al cine, y todo pasa por la reducción de precios, ya que estoy seguro que el buen aficionado a este curioso mundo que es el del cine prefiere ver películas en sala grande y no en otros medios que, aunque revolucionarios, no tienen el encanto de la gran pantalla.

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