Hasta la fecha, el realizador argentino Pablo Trapero se ha caracterizado por destilar un cine cargado de crítica y denuncia social, así como un descriptivismo mordaz de los más bajos instintos de la condición humana. "El bonaerense" o "Leonera" dieron buena cuenta del talento de un director que ha sabido conectar con el espectador por un lado mediante la agilidad del ritmo impreso en su obra y, por otro, demostrar sus capacidades expositivas y su valía en aspectos puramente técnicos.
"Carancho" supone otra hendidura en la llaga de la crueldad humana, del provecho económico gracias al sufrimiento ajeno, una inmersión a un submundo plagado de aves de rapiña dispuestos a sacar rédito de la desesperación y el abatimiento humanos. Trapero denuncia, con extraordinaria y milimétrica dedicación, un complejo y vergonzante entramado donde individuos con pocos escrúpulos actúan al margen de la legalidad y de sentido racional y moral alguno, mediante un discurso fluido aunque no siempre provisto del suficiente interés. Así, "Carancho" sube enteros cuando se enfrenta a esa bajeza moral y a profundizar sobre el tema de fondo, la trama que se cierne sobre el rentable negocio de los accidentes de tráfico, pero se deshincha en algunas bifurcaciones narrativas, pecando de previsibilidad y recursos tópicos en ese ambiente malsano que rodea este thriller. Afortunadamente, estos pequeños defectos son solventados gracias a una natural y convicente labor actoral, especialmente el tándem protagonista, quienes no sólo portan el peso del devenir fílmico, sino que se muestran como personajes heridos y sufridos en situaciones límite.
Técnicamente Trapero ha evolucionado respecto a su pasado, y así no sólo usa y abusa de su tradicional oscuridad fotográfica, de aire explícito, sino que flirtea con el plano secuencia, un tanto primario, mostrando verosimilitud y agilidad a momentos puntuales del metraje, lo cual no es síntoma sino de compromiso y responsabilidad por parte de un director con bases muy asentadas y una finalidad prediseñada. Pocos peros se pueden reprochar a una película que, sin ser de gran altura, se antoja sincera, contestataria y muy cuidada, a pesar de su exterior sordidez y su decaimiento intermitente.
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