Últimamente me encuentro muy atraído por el deporte, y es que, afortunadamente, y tras unos aciagos años donde el fútbol era noticia de cabecera de los telediarios, otros deportes han atraído la atención del espectador medio. Obviamente ello no ha ocurrido de la noche a la mañana, y ha sido necesaria la aparición de una estrella que, cual ave fénix, hiciera resurgir de sus cenizas al adormilado deporte patrio. Por un lado el asturiano Fernando Alonso en la Fórmula 1, deporte que hasta hace bien poco sólo era seguido por los acérrimos aficionados, una minoría en definitiva; y por otro, Rafa Nadal en tenis han sido los dos valuartes que nos han demostrado que hay vida más allá del fútbol. Los tiempos están cambiando, y la audiencia manda, de hecho, el pasado fin de semana el programa más visto fue la carrera de Montreal de F1, seguido de la final de Roland Garros entre Federer y Nadal (enhorabuena, campeón). Y es que el fútbol con fatatas, como diría aquel, pasión de multitudes, empieza ya a cansar. Ahora sólo queda que vuelva a resurgir el ciclismo y que consiga no provocarme somnolencia, pero esa ya es otra historia...
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