lunes, febrero 11, 2008

Aquí cabe hasta el diablo

Es época de premios. Toca engalanarse, alquilar traje, acicalarse y lucir los mejores (y peores) tipitos ante la prensa y la atención de medio mundo. Anoche se celebró la gala de los Grammys, premios de la música, y, además de repetirse la historia de siempre (véase que la mediocridad compositiva de Alejandro Sanz, en forma de disco compacto, es de nuevo agasajada con galardones), sí que me causó cierta impresión ver a algunos miembros de bandas del metal más extremo arreglados como si estuvieran en el día de la comunión de su hijo. No es que esté en contra de ello, ni mucho menos, entiendo que se puede ser muy rockero y vestir bien en determinados eventos, la elegancia no tiene por qué reñir con el espíritu libre y guitarrero, aunque no deja de ser sorprendente esta chocante paradoja. La palma se la llevó Tom Araya, cantante del grupo Slayer (algunos dicen que satánico, cuando él mismo ha declarado ser católico, otra paradoja en sí misma), que iba de punta en blanco cuando sobre el escenario es una máquina sonora (gracias al apoyo de un implacable batería y dos guitarras a cada cual más veloces).

Está bien que la música más comercial se entremezcle con aquellos que propugnan otros estilos musicales, no tan minoritarios como se cree, pero afortunadamente esta unión sólo queda dentro de la sala. Enhorabuena por Slayer, una banda que ofrece uno de los mejores directos dentro de su brutal estilo, y para el que no se lo crea, que se asome al siguiente video. ¡¡Raining blood!!


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