No comparto en absoluto la opinión vertida por multitud de la crítica especializada respecto a la última película de Woody Allen, "El sueño de Cassandra", que la han tildado de mediocre y la han relegado al mayor de los olvidos. Tras haberla vista con la precaución debida por esos textos precedentes que me habían puesto sobreaviso, sí que es cierto que estamos a años luz de las genialidades del Allen de los 70 y parte de los 80, pero no me uno a esa corriente un tanto naif de tirar por tierra todo el cine contemporáneo del genio neoyorquino. "El sueño de Cassandra" se plantea como una película seria, muy seria, que debate, de nuevo, sobre los miedos innatos del ser humano, los códigos éticos entre los miembros de la familia, el enamoramiento repentino, los remordimientos y el sentimiento de culpa. Todos los personajes ansían, aspiran a algo, todos tienen su "sueño" particular, que, al fin y a la postre, se convierte en pesadilla. Un sueño que les conducirá, irremediablemente, a un trágico destino, aquel que supone un fiel reflejo de la realidad y la sociedad actual. Es cierto que la película no tiene secuencias magistrales, de extraordinaria composición y desarrollo (lo que no quiere decir que la técnica esté descuidada, ni mucho menos), aquellas que destacaría toda la crítica, ya que Allen pretende hacer avanzar la historia a través de cortas secuencias, sin otorgar textos excesivamente largos o protagonistas a sus personajes (tampoco era necesario, porque ahí se podrían ver las evidentes carencias de Colin Farrell, mientras que McGregor está a la altura de las circunstancias y Wilkinson pone la lección interpretativa). Sin duda alguna, ésta no será recordada dentro de la filmografía de Woody Allen como una película a reivindicar, pero sí considero su valía y su merecimiento a un segundo visionado, pues, a pesar de su aparente simpleza, "El sueño de Cassandra" incluye un mensaje desasosegante que, independientemente de su credibilidad o no, invita a la reflexión.
martes, octubre 30, 2007
La exageración no es buena consejera
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