jueves, septiembre 25, 2008

Vicky, Cristina, Barcelona : La insatisfacción natural del hombre, y del espectador


Tras más de un año de bombardeo mediático por fin se ha estrenado la penúltima (ya saben que Allen siempre perjeña su siguiente película mientras rueda) obra del prolífico autor Woody Allen. He de confesar que, desde que apareció el primer trailer a la luz de esta película, mi escepticismo era creciente ante la nueva propuesta de alguien que, si bien es cierto no necesita demostrar nada a nadie, se le exige a estas alturas unos niveles mínimos de calidad, tanto a niveles narrativos como fílmicos.

Allen, enfrascado en su último ciclo en un cine de claras influencias europeas, realiza un periplo rohmeriano de inspiración bohemia y de profundo calado artístico por el casco antiguo de Barcelona y, en menor medida, por Oviedo, relatando un tórrido y dubitativo triángulo amoroso que trata de sacar a relucir la insatisfacción humana en el amor, la inexistencia de la perfección en ámbitos románticos y los tortuosos y vertiginosos caminos que conducen al enamoramiento compulsivo e irracional. Pero, si bien es cierto que la mano de Allen, en lo que a texto se refiere, se hace notar en todo el metraje, siendo este punto el único que mantiene la coherencia en un castillo de naipes que se desmorona por su propio peso, la plasmación en pantalla no ha sido todo lo acertada que uno desearía. La frialdad y el distanciamiento que recorre toda la cinta, impulsados por unos personajes que se sitúan muy lejos del espectador y que no transmiten sentimiento alguno, convierten el metraje en un indiferente y gélido relato que no logra, en ningún momento, levantar el vuelo, manteniéndose inerte e impasible sin miramiento alguno.

Aunque la fotografía, firmada por Aguirresarobe, pueda en cierto modo encandilar al espectador, por su turístico recorrido por la zonas artísticas más conocidas de Barcelona, la notable actuación en el aspecto técnico no evita la notoriedad de la dejadez y la falta de aplomo mostrada por Allen en esta obra que, aunque él quiera defender a capa y espada, probablemente reconsideraría volver a rodar si tuviese una segunda oportunidad. Ciertas dudas me asaltan con el empleo de esa ridícula voz en off que reitera, con irritante verborrea, las acciones que los personajes realizan en pantalla (el anticine, vamos), unos personajes que, a pesar que encajan en sus respectivos papeles, adolecen de una consciente desorientación y, en ocasiones, risible interpretación. Bardem a duras penas cambia de gesto durante toda la película, Johansson mira fijamente a la cámara en varios primerísimos planos calentando al personal y evidenciando sus carencias dramáticas, y Cruz exagera en su papel de "choni" despechada. La elegancia la ponen Rebecca Hall y Patricia Clarkson, cuyos papeles, aparentemente antagónicos, tienen diversos puntos en común.

En definitiva, Vicky, Cristina, Barcelona es una floja película que parte de un texto atractivo y que trata temas de interés, como la elección entre el amor pasional y de futuro incierto o el matrimonio rutinario pero libre de preocupaciones económicas, las huellas del pasado y sus inevitables consecuencias en el presente, los celos, el amor despreocupado, etc., pero que no ha sabido dar el salto a la pantalla con consistencia, convirtiéndose, por contra, en un anodino film, plagado de desinterés y ciertas dosis de tedio, coronado por un brusco y forzado final, que sólo convencerá a los incondicionales de Allen, que dan por bueno, sin criterio alguno, todo lo publicado por el neoyorquino. Idolatrías incómodas aparte, Allen sufre con este film un sentido batacazo en una pista donde nunca debió patinar.

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