Lo reconozco, me reí mucho con "Zombies party", a la que tengo un especial aprecio, y "Arma fatal", aunque por debajo de la mencionada vuelta de tuerca al género zombie, me reconcilió con la comedia, género éste en plena decadencia y flagrante maltrato en el actual panorama cinematográfico. Edward Wright ha demostrado con estas dos últimas propuestas ser un director capaz de extraer de los recovecos más convencionales y trillados puramente de género productos quizás de escaso calado entre el gran público, pero de merecido reconocimiento en circuitos minoritarios, los cuales dicen sentirse plenamente identificados con lo visto en pantalla.
Por ello, "Scott Pilgrim contra el mundo" no podía partir de otra mente que no fuera de la de Wright, verdadero apasionado de la subcultura del cómic y de los videojuegos, ofreciendo una visión muy distorsionada y efectiva a la vez del concepto de comedia romántica juvenil que hemos venido adquiriendo a través de la experiencia cinematográfica. El film se apoya conscientemente en su apartado visual y estético, realizando un simpático y a la par nostálgico guiño a los videojuegos que cautivaron a una generación que ya ronda, si no supera, los treinta años. Por ello, no faltan las inserciones visuales de elementos arquetípicos del ocio de 8 bits, véase vidas extras, subidas de nivel, puntuaciones, barras de energía, que se combinan a la perfección con una ambientación heredera del cómic (no es casualidad asistir a constantes onomatopeyas gráficas, así como al uso de la split screen), logrando una potente y muy espectacular puesta escena, que no sólo realza estéticamente el producto sino que transmite la sonrisa al espectador, contagiado por un ataque de sentimentalismo del que no se puede desprender. A ello hay que añadirle el ritmo que Wright imprime a la película que, aunque acelerado, y especialmente en su primer tramo, responde a la narración propia de las viñetas, seca, directa y cortante, sin que su plasmación en pantalla, a pesar de resultar un tanto abrupta, desbarate el conjunto de la progresión narrativa.
No obstante, amen de la dificultad de poder empatizar con el film de aquellos que no gusten o desconozcan los temas de fondo y forma que plantea "Scott Pilgrim contra el mundo", es evidente que la fórmula, simpática y singular en sus cimientos, adolece de una lógica degradación a medida que avanza el metraje, no pudiendo sostener el interés una vez que la trama se ha deshojado por completo, pasando a ser a partir de su ecuador una briosa sucesión de combates bien coreografiados pero a los que se les evidencia en demasía su carácter autómata y complaciente. Bien es cierto que la labor de síntesis y de traslación de la vasta novela gráfica que sirve de inspiración al film ha sido ardua, pero desgraciadamente el exceso de compresión le ha pasado factura, y muy probablemente ello haya sido el causante de la linealidad y el tono monocorde que adopta su segunda mitad, sin caer en el ridículo, pero con clara sensación de no disponer de un as salvador en la manga.
Con todo, "Scott Pilgrim contra el mundo" es una propuesta alejada de los clichés de género de la comedia adolescente, estructurada y concebida a modo de fases de videojuego y que invita al espectador a un viaje por el universo pop y a disfrutar escuchando un disco de los Ramones y sentándose a los mandos de una olvidada NES. Para los que no compartan estas sanas aficiones, probablemente verán en la película unas altas de dosis de inmadurez e incapacidad social. Y tú, ¿juegas?
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