En tiempos donde la apuesta por lo seguro y la escasez de ideas campan a sus anchas, no deja de ser digno de aplauso y de merecido reconocimiento que existan propuestas alternativas, a contracorriente y que, aun a costa de sufrir varapalos económicos y rechazo de la masa social, dignifiquen el mal llamado séptimo arte. Gerardo Olivares, director hasta la fecha de proyectos tan interesantes como desconocidos para el gran público como "14 kilómetros" y "La gran final", se adentra en la historia (real) de Marcos Rodríguez Pantoja, quien, por avatares del destino que la película se encarga de desvelar detenidamente, se ve obligado a vivir en plena naturaleza sin más compañía que la de la fauna que la puebla y, en especial, los lobos, con quienes entablará una cercana relación de amistad.
"Entrelobos" se mueve con sumo acierto entre el documental naturista y el drama costumbrista, adoptando un estilo reposado y contenido que potencia los elementos técnicos, tales como la fotografía y la planificación, en detrimento de un argumento que, aunque limitado, contiene los ingredientes mínimos necesarios para lograr la satisfacción del espectador. Sin duda los mayores logros de la cinta se concentran en la elegancia y la sutileza de su director a la hora de describir el período de adaptación del protagonista en un entorno que le es hostil y cruel, logrando una perfecta simbiosis entre el ser humano y el hábitat natural. A ello ayuda, y mucho, la eficaz música de Klaus Badelt, que subraya a la perfección los momentos más emotivos que consiguen la complicidad sentimental del espectador. No obstante, a pesar de su marcado carácter transgresor y diferenciador, son más que evidentes los síntomas de carencia narrativa y de propuesta discursiva que adolece el film, lo que la condena a cierto grado de estancamiento que conlleva el lucimiento formal y no tanto el puramente literario. A pesar de todo, "Entrelobos" se sigue con agrado, con momentos de arritmia narrativa y clara sensación de intermitencia e hieratismo dramático, pero ello no empaña un resultado global notable y con un claro mensaje crítico contra la irracionalidad humana.
La propuesta de Gerardo Olivares responde a su contrastado carácter crítico y contestatario, capaz de mostrar la dureza y la crueldad a través del lirismo audiovisual, y es precisamente lo que convierte a "Entrelobos" en una película soberbia desde el punto de vista del aprovechamiento de los recursos técnicos y de acentuación de la imagen como método expresivo, aunque no se pueda decir lo mismo de sus limitaciones de guión, muy bien ocultadas por una pericia reseñable en el manejo de la cámara.
Cine distinto, gráfico y muy visual, de corta trascendencia , pero de un poder enigmático y onírico indiscutible que profundiza en la retina del espectador cansado de ver una y otra vez los mismos clichés de género. Aires renovados y talento al servicio de la técnica que contrastan con la necesidad de recurrir a la imagen de Juan José Ballesta como supuesto protagonista cuando no lo es realmente. La eterna confrontación entre la innovación y la aceptación social vuelve aquí a tomar forma en una cinta a reivindicar que, a pesar de sus notorias influencias ("El pequeño salvaje, "Tarzán", "Gorilas en la niebla" o "El libro de la selva" podrían ser claras fuentes de inspiración), adquiere autonomía propia y grita a viva voz la necesidad de un cine alejado de la alienación televisiva a la que se ve abocada la sociedad actual.
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