No sé cuantos posts con contenido nostálgico he colgado últimamamente, debe ser eso que llaman el espíritu navideño que está cobrando forma por anticipado e invadiendo mi cuerpo, y lo que es peor, mi mente. Precisamente este motivo fue el que me hizo toparme con una visión que me hizo rejuvenecer, imaginariamente hablando, se entiende, veinte años (así, sin cremas antiarrugas ni nada, a pelo). Y es que, señores, la crisis nos ha metido el miedo en el cuerpo, y vaciado los bolsillos, y, con el fin de no dejar a los crios sin juguetes a el próximo día 25 de diciembre y 6 de enero alegando una excusa tan ruin como que Papá Noel y los reyes magos se han quedado sin dinero por haber invertido todo su capital en Lehman Brothers, uno anticipa sus compras un mes largo antes del evento (con la consiguiente transformación de mi casa en un depósito transitorio de trastos de plástico made in China). El caso es que en la sección de videojuegos, muy poblada por cierto, encontré unos llaveros mini lcd de Nintendo con los juegos Zelda y Donkey Kong, al pírrico precio de 3 euros. Aún recuerdo cuando envidiaba al que se ponía a mi lado en el autobús escolar y le miraba disimuladamente mientras exhibía con arrogancia su flamante doble pantalla de Donkey Kong (sí, los niños éramos my cabrones). Un aparatito que rondaba las 10.000 pesetas, un capital hace veinte años. ¡Qué recuerdos y qué capacidad de adicción tenía aquel simple juego de esquivar barriles lanzados por un simio que vete tú a saber qué intenciones tenía con la chica raptada! (¿zoofilia encubierta?). Por supuesto, mi lado friki hizo acto de presencia y el mini lcd pasó por caja, así que ya tengo nuevo llavero, ¡más cuco!
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