He de confesar que no soy un amante de la publicidad. De hecho, soy de aquellas personas que zappean durante esos espacios ignorando el arduo trabajo que hay tras un spot que apenas dura veinte segundos y, paradójicamente, ha sido objeto de estudio previamente por una multitud de cabezas pensantes durante largo tiempo. Por lo tanto, y utilizando el vocabulario propio de la publicidad y el marketing, no soy el target adecuado. Pero resulta que, en contadas ocasiones, uno se siente atraido por estas pequeñas películas que contienen un mensaje consumista en su interior. Obviamente lo que menos me importa del anuncio es el producto en cuestión que me tratan de vender, pero sí que ha logrado quedar, por su talento visual, en mi recuerdo, esas breves imágenes. Es el caso del nuevo anuncio de Nike, una de las multinacionales más criticadas por su presunta explotación infantil (aquí es donde entra en juego la doble moral, la de tolerar el trabajo infantil, con jornadas inhumanas, con el fin de apaciguar la inanición en países subdesarrollados o la de prohibirlo y asistir como meros testigos al aumento de la mortalidad infantil, difícil cuestión ésta). Pero polémicas aparte que darían para un análisis concienzudo, veamos el anuncio al que me refería, que creo capta la esencia de, en este caso, un partido de fútbol, aunque podría ser perfectamente extrapolable a baloncesto, balonmano o cualquier otro deporte de equipo en general. Espíritu de superación con caras conocidas es lo que fomenta este anuncio, con una técnica cinematográfica excelente. No toda la publicidad se acaba en vender detergentes y coches.
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