lunes, julio 03, 2006

Inmersión a las profundidades del horror


Que el cine de terror está actualmente inmerso en una acuciante falta de ideas es un secreto a voces. Prueba de ello es el estancamiento que estamos sufriendo personificado en la figura del psycho killer, agobiante perseguidor de adolescentes faltos de neuronas, y en la nueva hornada de terror oriental de extremadamente pobre factura que el cine made in USA se afana insistentemente en revisionar con ínfimos síntomas de mejora respecto al original. No obstante, uno que es muy paciente y crédulo, piensa que aún quedan pequeñísimos resquicios donde los amantes del cine de terror pueden saciar sus ansias cinéfilas, sin tener que recurrir una y otra vez a los desgastados deuvedés que tanta satisfacción nos han proporcionado.

Así, y tomando como base una idea nada original, como es la actualización de un clásico de los años 70 (tal y como se hizo con "La matanza de Texas" en varias ocasiones o con "La niebla"), el responsable de la gratificante "Alta tensión", Alexandre Aja, revisita aquella minimalista película que Wes Craven, antes de hacerse de oro con Pesadilla en Elm Street, y adoptando un estilo cinematográfico mucho más atrevido y provocador, realizara en 1977, con escasos medios pero con evidente saber hacer e ilusión. El resultado no puede ser más estimulante, pues "Las colinas tienen ojos" supone un oasis en un árido y vasto desierto (si se me permite el símil con el escenario del film en cuestión), aunque si bien se deben hacer las oportunas reservas. Aja se toma su debido tiempo para situar al espectador, para describir los personajes, al tiempo que deja intuir una extraña presencia que sabemos desembocará en una espiral de persecuciones y una brutal masacre, muy al estilo años 70. No faltan las lógicas críticas políticas, incluso en materia medioambiental, algo nada original, pues la serie B de los años 50 se nutrió en exceso de este tema. No obstante, si a Craven le faltaba imprimir fuerza y horror en el original, Aja le otorga el necesario para atar al espectador a la butaca y sumergirle en un submundo del que no sabe si podrá escapar.

Obviamente, las comparaciones con "La matanza de Texas" es inmediata, aunque aquí sin duda el elemento definidor es el sangriento. Si en los años 70 lo macabro se intuía, se utilizaba sabiamente el fuera de campo, en esta ocasión el horror se muestra en primera persona, situando al film en el ámbito del gore por momentos. Así, no faltan las mutilaciones, decapitaciones, ensartamientos, cremaciones y demás elementos de género, así como un espléndido maquillaje que provoca verdadera repulsión, por lo que se hace necesario advertir de la dureza de algunas imágenes a aquellos que detestan la plasmación directa y explícita de la violencia en el cine.

Sin lugar a dudas, el elemento más conseguido estriba en el ambiente sórdido, la reacción de los personajes, el clamor de venganza y el afloramiento de los instintos más salvajes del ser humano (tanto en los protagonistas como en los "villanos"). Aja consigue un suspense que ya había sabido aprovechar en "Alta tensión", y si hay que ponerle un pero al film es quizás el excesivo juego con el espectador en el empleo de los sustos, algo a lo que contribuye mucho la música de Tomandandy, limitándose a subrayar los pasajes de intriga.

En definitiva, una más que interesante actualización del clásico setentero, con mucha más dureza e impacto visual, sabia utilización del suspense, con tintes de crítica política e incluso sorna sobre el patriotismo norteamericano, que supone un atrevido intento de revitalizar el moribundo género del terror, aunque sea a costa de ideas no originales, pero respetadas en su esquema, y que provocan en el espectador un desasosiego y un malestar propio de los mejores films del género.

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