Tras el merecido éxito y reconocimiento unánime de crítica y público, Oscar incluido, conseguido con su anterior film, "No es país para viejos", el siguiente proyecto de los Hermanos Coen se presentaba como la prueba de fuego y la resolución de la incógnita que sobre ellos planeaba acerca de si habían conseguido salvar ese bache creativo en el que estaban totalmente atorados, y que dió fruto a películas menores como Oh, brother!, "Crueldad intolerable" y The ladykillers. Afortunadamente la respuesta es sí, dicho sea con la mayor rotundidad posible, pues "Quemar después de leer", si bien no figurará entre las grandes películas de su ya dilatada y muy solvente filmografía, sí que posee muchas virtudes y ciertas dosis del mejor cine del tándem Joel-Ethan Coen.
"Quemar después de leer" se estructura como un creciente enredo con elementos de comedia negra, reminiscencias de la clásica screwball comedy y componentes paródicos del tradicional cine de espías. El reparto, plagado de personajes desorientados y a cada cual más absurdo e idiota, movidos por intereses puramente materiales y triviales, no puede efectuar una labor más acertada, consiguiendo con su trabajo dar verosimilitud a una historia que bebe del disparate y utiliza la ironía y el carácter socarrón como arma arrojadiza. Por una vez, no es el elemento visual lo que destaca en una película de los Coen, pues Joel, el encargado de la técnica, se ha puesto al servicio del magistral guión que ha elaborado Ethan, cuidado al detalle y mimado con fina precisión y afán. La labor de guión, sin lugar a dudas, ha de servir como modelo a futuras promesas del mundo del cine, pues en él descubriremos cómo se perfilan unos personajes, cómo se hilan las secuencias, cómo se hace progresar la narración, y cómo elaborar un desenlace coherente tras un intenso crescendo que ha llegado a altas cotas humorísticas. Joel se limita simplemente a colocar la cámara, acertadamente, y a esperar que sean los propios aciertos del guión los que proporcionen la carcajada en el espectador.
Tras una inocente historia de enredo e infidelidades varias, se esconde un punzante y demoledor retrato de la sociedad norteamericana actual, vendida a la cultura del culto al cuerpo y al chantaje como vía de escape a sus mediocres vidas, personificadas en individuos con piel de cordero pero que esconden celosamente vicios inconfesables. Los latigazos provenientes de la mano de Ethan Coen se extienden a las autoridades encargadas de la seguridad nacional, y en concreto, a la CIA, ridiculizada hasta la caricatura, y en la cultura generalizada del miedo y de la intromisión en la intimidad del vecino, potencial violador o terrorista.
En definitiva, "Quemar después de leer" es la prueba, de nuevo, de la eficacia de un guión bien escrito y mejor desarrollado que, en manos sabias como las de Joel Coen, dan lugar a notables películas y a la constatación que hoy en día es posible hacer reír al espectador sin recurrir a la sonoridad de un pedo.
"Quemar después de leer" se estructura como un creciente enredo con elementos de comedia negra, reminiscencias de la clásica screwball comedy y componentes paródicos del tradicional cine de espías. El reparto, plagado de personajes desorientados y a cada cual más absurdo e idiota, movidos por intereses puramente materiales y triviales, no puede efectuar una labor más acertada, consiguiendo con su trabajo dar verosimilitud a una historia que bebe del disparate y utiliza la ironía y el carácter socarrón como arma arrojadiza. Por una vez, no es el elemento visual lo que destaca en una película de los Coen, pues Joel, el encargado de la técnica, se ha puesto al servicio del magistral guión que ha elaborado Ethan, cuidado al detalle y mimado con fina precisión y afán. La labor de guión, sin lugar a dudas, ha de servir como modelo a futuras promesas del mundo del cine, pues en él descubriremos cómo se perfilan unos personajes, cómo se hilan las secuencias, cómo se hace progresar la narración, y cómo elaborar un desenlace coherente tras un intenso crescendo que ha llegado a altas cotas humorísticas. Joel se limita simplemente a colocar la cámara, acertadamente, y a esperar que sean los propios aciertos del guión los que proporcionen la carcajada en el espectador.
Tras una inocente historia de enredo e infidelidades varias, se esconde un punzante y demoledor retrato de la sociedad norteamericana actual, vendida a la cultura del culto al cuerpo y al chantaje como vía de escape a sus mediocres vidas, personificadas en individuos con piel de cordero pero que esconden celosamente vicios inconfesables. Los latigazos provenientes de la mano de Ethan Coen se extienden a las autoridades encargadas de la seguridad nacional, y en concreto, a la CIA, ridiculizada hasta la caricatura, y en la cultura generalizada del miedo y de la intromisión en la intimidad del vecino, potencial violador o terrorista.
En definitiva, "Quemar después de leer" es la prueba, de nuevo, de la eficacia de un guión bien escrito y mejor desarrollado que, en manos sabias como las de Joel Coen, dan lugar a notables películas y a la constatación que hoy en día es posible hacer reír al espectador sin recurrir a la sonoridad de un pedo.
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