Corría el año 1978 cuando un absoluto desconocido Joe Dante, quien a la postre iba a convertirse en un reputado director de cine fantástico, con algunas películas emblemáticas en su haber, se ponía tras la cámara por primera vez para revitalizar el apabullante éxito obtenido por Steven Spielberg con "Tiburón", aunque con unos medios mucho más modestos y una perspectiva bien distinta. "Piraña" hoy en día es recordada más por la leyenda que está detras de ella que por sus puras virtudes y su valía artística, al ser, como ya se ha dicho, el debut en la dirección de Joe Dante, el contar con un guión escrito por el mismísimo John Sayles (director independiente de reconocido prestigio) y suponer la secuela de este título la ópera prima del hoy aupado en los altares James Cameron. El film se adscribía a la serie B en su estado puro, el de la carencia presupuestaria, el desparpajo y la desvergüenza sin miramientos, pero respetando los cánones establecidos por el cine de terror de los 70, aquel que castigaba con crueldad en pantalla al ser humano y, por extensión, al espectador que asistía atónito a un espectáculo macabro fascinante y horrendo a partes iguales.
Han pasado los años y, con ellos, la forma de enfocar el cine de terror. La serie A está compuesta por cintas que poco o nada tienen que ver con la concepción clásica del terror, anclándose en la explotación escénica del slasher ávido de sangre joven y turgente, las posesiones demoníacas o el revival de películas pretéritas, mientras que la serie B ha quedado relegada a los festivales de exhibición minoritaria o a formatos de telerrealidad que fotocopian el precedente de "El proyecto de la bruja de Blair". En el caso de Piraña, sin duda fue un gusto saber que sería Alexandre Aja el encargado del proyecto, pues tanto su obra inaugural, "Alta tensión", como las posteriores, todas ellas remakes, iban más allá de la mera revisión con fines netamente alimenticios, sino que imprimía a sus películas una admiración y respeto por el original evidentes y, por ello, plausibles.
"Piraña 3D" vuelve a ser aquella película desvergonzada, caótica e insustancial como lo fue su predecesora, pero actualizado a tiempos modernos, donde la pérdida de valores se ha tornado más evidente y palpable, la sociedad del carpe diem es una constante vital y la alienación y degradación socio-cultural se ha convertido en un cáncer irreparable. Así, su argumento viene a ser tan simple como el original, y el público espera enfervorecido el castigo divino impuesto por las fuerzas de la naturaleza, personificadas en esos pequeños pero voraces depredadores, posicionándose de su lado y no de los protagonistas, meros muñecos inertes y,en parte, merecedores de su fatal destino. Aja se adapta con paso firme a las nuevas tecnologías, respetando la estética, en los primeros compases del film, propia de los años 70, para posteriormente dar rienda suelta a las posibilidades ópticas del 3D, realmente logradas en las escenas subacuáticas.
Obviamente "Piraña 3D" está concebida como una película veraniega, época en la que los sesos están semiderretidos y la exigencia del público se arrastra por los suelos, y por tanto atacarla por el hecho de sus diálogos anodinos, su esquematismo dramático y su gratuidad escénica no suponen más que meras evidencias que caen por su propio peso. El realizador francés es consciente de las limitaciones literarias con las que cuenta pero, a pesar de ello, sabe sacar adelante con mucha personalidad, una dosis de exhibicionismo carnal de artificio y una ración gigante de hemoglobina un relato que viene a acentuar, con tono crítico, el carácter acomodado del ser humano, la falta de respeto por los valores primarios y recuerda que toda conducta reprobable tiene su castigo. Los verdaderos valores de "Piraña 3D" residen en su tono hilarante, desprejuiciado y sarcástico, armándose de unos medios técnicos al servicio de la historia sin pretensiones, y que tienen su punto álgido en las secuencias más cruentas, realmente conseguidas, donde el terror hace acto de presencia y el miedo, inapreciable a simple vista, campa a sus anchas. Si a ello le añadimos un despliegue de tintes hiperbólicos en su exhibición de miembros amputados y casquería varia, queda claro que el público al que va dirigido el film no puede ser más limitado y, con ello, iniciado. El resultado es un cóctel de excesos e insensateces altamente disfrutable, pero que exige cierta autocomplacencia por parte del espectador ante la nadería y la falta de aspiraciones que "Piraña 3D" aporta, y que el director, con aires gamberros y desmelenados, escupe a la cara del espectador.